Editorial:
Tiempos revueltos y tareas pendientes
Desde la
Transición, hace ya casi cuatro décadas, se habían venido alternando en
el gobierno las dos fuerzas políticas, PSOE y PP, que – con matices –
expresaban la continuidad de la Dictadura empezando por su apoyo
inquebrantable a su heredera, la Monarquía.
Tras los sucesivos
cambios de caras en los diferentes departamentos ministeriales se
aplicaban disciplinadamente las políticas que aseguraban los intereses
de las oligarquías de aquí y de fuera. Todo ello sin que la permanencia
de figuras del franquismo en las altas estructuras del Estado (y en las
cloacas como el GAL) fuera alterada por depuración alguna e
intensificando la subordinación – a cualquier precio – a las políticas
de la UE y la OTAN. Las contradicciones interimperialistas – cada vez
más agudas – no modificaban la actitud lacayuna de los diferentes
gobiernos.
Así mismo, y a
pesar de la progresiva dureza anti-obrera ejecutada a través de
sucesivas contrarreformas laborales la “paz social” apenas estuvo
alterada, hasta 2011, por huelgas generales que jamás desbordaron los
límites del guión marcado por el poder. Aunque cada vez era más fuerte
la represión dentro y fuera de la empresa.
Las elecciones del 20 D refuerzan el cuadro que empezó a perfilarse en las elecciones europeas de 2014 cuando
se produjo un primer vuelco electoral con la espectacular bajada del PP
y el PSOE. La subida fulgurante de Podemos y la menor de IU (aunque en
este caso era más bien el canto del cisne) se produjo tras
movilizaciones populares muy importantes iniciadas en 2011 con el 15M y
continuadas con el salto cualitativo que supusieron las Marchas de la
Dignidad, tanto desde el punto de vista organizativo (logrando una
inédita unidad a lo largo del Estado y fuera de estructuras
institucionales políticas y sindicales ), como programático con el
inquietante – para el poder – emblema de No al Pago de la Deuda.
La inestabilidad política que arrojan los resultados electorales,
marcados por la caída en picado del voto del PP, el PSOE, IU, BILDU,
BNG y el ascenso de Podemos y Ciudadanos, no se explica
fundamentalmente, ni por el “agotamiento”, ni siquiera principalmente
por la corrupción. Es, por encima de todo, el resultado de las
brutales políticas de destrucción de derechos laborales y de servicios
públicos aplicadas por unos gobiernos mandatados por la Troika, en el
marco de una crisis general del capitalismo de la que ya se barrunta la
siguiente gran sacudida. Como decía Jean Claude Junker, actual
presidente de la Comisión Europea: “sabemos perfectamente lo que tenemos
que hacer. Lo que no sabemos es cómo hacerlo y que nos sigan votando”.
Sin embargo, aunque
el esperpento ejecutado por Syriza el pasado verano dejó bien claro que
no había filigrana política alguna que permitiera suavizar las
criminales exigencias de la Troika, ninguna de las fuerzas políticas que
aparecen en las pasarelas de las diferentes coaliciones de gobierno
plantean estrategia alguna para enfrentar sus diktats.
Saben
perfectamente que ninguna de sus promesas electorales de revertir los
recortes, ni siquiera el menor plan de emergencia social – como hemos
visto hace poco en Grecia – son posibles si se acepta el marco legal de
la Eurozona (TSCG 2012) y que ha sido traspuesto a las leyes españolas
(L.O. 2/2012).
Los oligarcas
europeos no dejan el menor resquicio de duda acerca de que lo que deberá
hacer el próximo gobierno. Sea cual sea el color que se pinte, deberá
dejar como un “socialdemócrata” al mismísimo Rajoy. La “flexibilidad” en
el cumplimiento de los objetivos del déficit – con el correspondiente
recorte del gasto público este mismo año de 9.000 millones de euros – y
que forma parte de todos los programas de gobierno ha recibido ya un
sonoro portazo antes de plantearse formalmente: "España tiene que
cumplir con sus obligaciones y para ello el nuevo Gobierno tendrá que
actualizar el presupuesto y aplicar nuevas medidas de ajuste".
El enfrentamiento
con las instituciones de la UE es el único camino posible que se abre
ante la reivindicación de cualquier reforma, por mínima que sea. Y sea
cual sea el resultado de las negociaciones será preciso ir caminando
hacia la construcción unitaria y desde abajo del imprescindible
referente político capaz de anteponer las necesidades del pueblo
trabajador a la voracidad criminal de la Troika. Exactamente al
contrario de la rendición esperpéntica que protagonizó Syriza en Grecia
hace menos de un año y que no fue cuestionada por ninguno de los
flamantes candidatos a presidentes (o vicepresidentes) del gobierno.
El párrafo final del editorial del número de enero de 2016 de la revista de Red Roja lo define con claridad: ”Dados
los escenarios que se avecinan, toca advertir por “antiguo” que suene,
de que la lucha de clases no preguntará si la reconocemos para hacer
acto de aparición con toda su crudeza. Y lo hará con tanta más impunidad
reaccionaria en la medida en la que la inestabilidad política para los de arriba se acompañe de la persistencia de ilusiones imposibles entre los de abajo. Nos toca superar nuestras “divisiones”. De las que nos sobran y de las que nos faltan”(1)
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Las mujeres en todas las luchas. Red Roja
Quienes no han vinculado la opresión de las mujeres con la
explotación socioeconómica y la estructura política, con el
imperialismo, han propuesto soluciones dentro del mismo sistema
imperialista. Estas soluciones han beneficiado a un sector de mujeres de
la clase media y han dejado a la inmensa mayoría muy lejos de cualquier
posibilidad de liberación. La lucha por la liberación de las mujeres no
se puede emprender al margen de la lucha para acabar con el sistema
imperialista. Anuradha Gandhi (Partido Comunista de la India - maoísta)
Plan B, una ilusión que anticipa la derrota. RedRoja
Salvo el poder, todo es ilusión. La lucha de clases está abierta, y no
puede esperar durante años para ver si en algún momento coinciden en
Europa suficientes “gobiernos del cambio” para cambiar la Unión desde
dentro...
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