Por: Miguel Urbano Rodrigues: Homenaje a Henri Alleg ante su fallecimiento. Tras la destrucción de la URSS y la reimplantación del capitalismo, fustigó a los intelectuales que renunciaban al marxismo
Esperaba la noticia de la muerte de Henri Alleg. Falleció ayer,
miércoles, pero había abandonado prácticamente la vida el año pasado
cuando,
en vacaciones en una isla griega, sufrió un ACV [Accidente
Cerebro Vascular]. Su cerebro quedó tan dañado que la recuperación era
imposible.
Quedó semi hemiplégico y pasó los últimos meses en una clínica,
caminando hacia el final en una existencia casi vegetativa. Reconocía
los hijos, decía algunas palabras, pero su discurso se transformó en
caótico.
Me unió a ese hombre una amistad tan profunda que siento dificultad
en definirla. A los 90 años pasó una semana en Vila Nova de Gaia,
conmigo y mi compañera, y pronunció entonces en la Universidade Popular
do Porto una conferencia sobre Argelia y los acontecimientos que
sacudían el Islam africano. Por el saber histórico y la lucidez
impresionó a cuantos lo escucharon.
Lo admiraba desde hace mucho tiempo, cuando lo conocí en Bulgaria, en
l986, durante un Congreso Internacional. La empatía fue inmediata,
abriendo la puerta a una amistad que se reforzó cada año.
Henri, tras el 25 de Abril, fue corresponsal de "L'Humanité" en
Lisboa. No tuve entonces oportunidad de encontrarlo. Pero en el último
cuarto de siglo visitó Portugal muchas veces. La editorial Caminho
publicó tres libros suyos ('SOS América', 'O Grande Salto Atrás' y 'O
Século do Dragão') y la Editora Mareantes lanzó la traducción portuguesa
de 'La Question' (La Tortura), el libro que lo convirtió en famoso y
contribuyó a acelerar el final de la guerra da Argelia. Amaba Portugal,
especialmente el Alentejo de la orilla izquierda del Guadiana, y
admiraba mucho al Partido Comunista Portugués.
Participó en Portugal en diversos Encuentros Internacionales y, en
una de sus visitas a Lisboa, fue recibido por la Comisión de Asuntos
Extranjeros de la Assembleia da República, debatiendo allí con diputados
de todos los partidos grandes problemas de nuestro tiempo, y fue
después aplaudido por el Pleno. Recuerdo también el interés excepcional
suscitado a su paso por Brasil y Cuba, donde lo acompañé en sus visitas a
esos países.
La complejidad del sentimiento de admiración que Henri Alleg me
inspiraba me llevó a escribir sobre él y sus libros más páginas de lo
que a lo largo de la vida dediqué a cualquier otro escritor. Estas
aparecen en libros míos y en artículos publicados en periódicos y
revistas de muchos países. Evito por lo tanto repeticiones.
Recuerdo que al leer 'La Grande Aventure d’Alger Republicain' el
choque –y la palabra- fue tan fuerte que sugerí en una conferencia que
el estudio de ese libro debiera figurar en el programa de todas las
Facultades de Periodismo del mundo.
¿Que encontré de diferente en Henri Alleg?
Reflexionando sobre la fascinación que aquel hombre ejercía sobre mí,
concluí que la admiración nacía de la firmeza de sus opciones
ideológicas, de un coraje espartano y de una ética excepcional.
En más de una ocasión le dije que veía en él el modelo de los
bolcheviques del año 17. Henri se me presentó como el comunista
integral, puro, casi perfecto. No conocí otro con quien me identificase
tan armoniosamente en el debate de ideas.
Es lamentable que 'Mémoire Algérienne' no haya sido traducido al
portugués. En ese libro de memorias, que es mucho más que eso, Henri, en
los capítulos finales, permite al lector imaginar el sufrimiento del
comunista que acompaña el rápido alejamiento, tras la independencia, de
los dirigentes del FLN de los principios y valores que habían conducido a
los revolucionarios argelinos a la victoria sobre el colonialismo
francés. Pagó un alto precio por la autenticidad con que se distanció
del poder en 'Alger Republicain', su periódico, cerrado por Houari
Boumedienne, héroe de la lucha por la independencia.
Pesado fue también el precio que pagó en Francia, donde, tras el
regreso a Europa, fue secretario de Redacción de "L'Humanité", entonces
órgano del CC del Partido Comunista Francés.
Henri Alleg denunció desde el inicio la ola del eurocomunismo que
alcanzó los partidos francés, italiano y español, entre otros. Criticó
frontalmente la estrategia que llevó al PCF a participar en gobiernos
del Partido Socialista que practicaban políticas neoliberales.
En el bello libro que escribió sobre la destrucción de la URSS y la
reimplantación del capitalismo en Rusia fustigó los intelectuales que,
renunciando al marxismo, se pasaron en rápida metamorfosis a defensores
del capitalismo y a posiciones antisoviéticas. Tampoco dudó en criticar
al mismo secretario general del PCF, Robert Hue, considerando la
orientación imprimida al PCF como incompatible con sus tradiciones
revolucionarias de organización marxista-leninista. Pero, contrariamente
a otros camaradas, entabló su combate de comunista dentro del Partido
como militante.
Tuve la oportunidad en Francia de registrar, en asambleas comunistas a
las que asistí, el enorme respeto que Henri Alleg inspiraba cuando
tomaba la palabra. Constaté que aun dirigentes por él criticados
admiraban la claridad, el fundamento y la dignidad de su discurso
crítico.
En los últimos años, a pesar de una salud frágil, compareció en
programas de televisión, volvió a Portugal y visitó Argelia de nuevo,
donde fue recibido con entusiasmo y emoción. En los EEUU sus
conferencias suscitaron debates ideológicos de una profundidad poco
común, con la participación de comunistas y académicos progresistas. Y
hasta casi al ACV que lo abatió, recorrió Francia, respondiendo a
invitaciones de Federaciones Comunistas y otras organizaciones. La
juventud, sobretodo, lo aclamaba con ternura y admiración.
La muerte de su compañera, Gilberte Serfaty, en 2010, fue para el un
golpe demoledor. «No puedo más sentir la alegría de vivir…» -me contestó
cuando lo interrogué sobre el peso de la soledad. Ella, argelina, era
también una comunista excepcional. Contribuyó mucho a organizar con el
Partido su fuga rocambolesca de la prisión francesa de Rennes, a donde
había sido trasladado desde Argelia.
Muchas veces, cuando iba a Francia, me instalaba en su casa de
Palaiseau, en los suburbios de París. Henri, que era un gourmet y un
gran cocinero, me recibía con auténticos banquetes y preparaba un
maravilloso couscous, acompañado de vinos argelinos.
En la última visita a Palaiseau antes da su enfermedad, mi compañera y
yo participamos de una cena inolvidable. Eramos cinco: nosotros, Henri,
Gilberte y su hijo, Jean Salem, ya entonces un filósofo marxista de
prestigio internacional. Recuerdo que en esa noche revisamos el mundo.
Henri irradiaba energía; amargado con el presente cenizo de la
humanidad, habló del futuro con la esperanza de un joven bolchevique.
Repito: Henri Alleg fue un revolucionario y un comunista ejemplar.
Vila Nova de Gaia,18 de julio de 2013
www.odiario.info
www.odiario.info
Tomado de La Haine
Comentarios
Publicar un comentario