Un crimen incalificable, y a más de un mes de haber sido perpetrado NO HAY UN SOLO DETENIDO. ¿Cómo es posible que un estado que cuenta con un formidable aparato de seguridad no pueda identificar siquiera a UN responsable
de tamaña barbarie? Así como todos fuimos Tlalelolco en la masacre
de
los estudiantes mexicanos que tuvo lugar el 2 de Octubre de 19968 en la
Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, ciudad de México, la masacre
de Ayotzinapa nos interpela
a todos, nos agrede a todos y no puede caer en el olvido, ni sus
autores intelectuales y materiales escudarse en la impunidad.
Nos llena de rabia el maldito doble rasero del imperio y sus secuaces;
de Estados Unidos y sus lacayos europeos, que si algo muchísimo menos
grave que el monstruoso crimen de Ayotzinapa hubiera ocurrido en Cuba,
Bolivia, Ecuador o Venezuela habrían descargado toda su artillería
mediática, política, económica y diplomática contra estos países,
denunciando la barbarie cometida ante las cortes y organismos
internacionales, exigiendo la pronta identificación y castigo de los
culpables, la depuración de las fuerzas policiales y militares
involucradas e imponiendo sanciones durísimas por tan aberrante
violación de los derechos humanos. Pero como eso tuvo lugar en México y
como el gobierno mexicano es una pieza estratégica en la configuración
de la siniestra Alianza del Pacífico inventada por Washington para
contener la creciente influencia de China en América Latina entonces la
prensa de la derecha cierra sus ojos, los gobiernos de Estados Unidos y
Europa miran para otro lado y se convierten de hecho en encubridores y,
por lo tanto, en cómplices de un crimen horrendo.
sabemos que son 43
los valientes jóvenes que han sido Horrendo por la forma en que fue perpetrado, horrendo por el carácter de
sus víctimas, horrendo por la metodología para deshacerse de esos
cuerpos y por el infinito dolor infligido a sus familiares. En la
matanza de Tlatelolco los muertos fueron subrepticiamente recogidos en
camiones de basura para posteriormente ser incinerados; sólo unos pocos
pudieron ser rescatados antes de la "limpieza" dispuesta por las
autoridades. El número de las víctimas jamás pudo ser confirmado
oficialmente, pero observadores imparciales coinciden en que su número
se empinaría por arriba de los trescientos. En Ayotzinapa la historia
vuelve a repetirse, pero con una diferencia: al menos desaparecidos. Pero hay fosas
comunes que se descubren por aquí y por allá y que hablan de un
terrorismo de estado de tenebrosas ramificaciones y cuyos crímenes
recién comienzan a salir a luz. Desgraciadamente, Ayotzinapa parece ser
tan sólo la punta de un lúgubre iceberg.
(En blanco y negro, el titular del periódico Novedades el día
después de la matanza de Tlatelolco y una camioneta de la que recogió y
desapareció a los caídos en la Plaza de las Tres Culturas)
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