La guerra contra la historia (I-II) III Paseo por el supermercado de la cultura hegemónica. Por Sara Rosenberg. Recomendado

El objetivo de la cultura hegemónica es convertir cada hecho y cada espacio mínimo en mercancía. Todo puede comprarse, pregonan. El concepto se ha naturalizado y es ya “sentido común”. Sus productos estrella se especializan en denigrar la voluntad y cualquier posibilidad de transformación humana. Cada producto es una bomba contra la historia, contra el derecho mismo a reflexionar, relacionar e imaginar. Y sobre todo es un producto cultural que siempre alimenta el YO y niega el NOSOTROS.

El Yo solitario y desesperado es un cliente perfecto. Cómo no recordar a Mersault, el alienado hasta de si mismo, pero que al final antes de morir dice que sólo desearía volver a vivir. El personaje de Camus es un retrato del sujeto que el fascismo necesita, un retrato que advierte de la falta de empatía y de las carencias del Yo. El Yo, esa costra vital ya obesa, que deforma el sentido de la vida hasta anularlo.

Cada clase social produce a sus intelectuales, decía Gramsci (1). ¿Pero qué clase de intelectual necesita la gran corporación supra nacional y el capital financiero-militar para controlar el alma -o el espíritu o el pensamiento- de sus esclavos? Creo que la clase burguesa actual produce un tipo de intelectual especializado en el discurso de la pérdida, de la degradación humana, de la supuesta denuncia moral, de la queja, pero que sobre todo produce un discurso que ha de reforzar siempre la idea de que cualquier lucha carece de sentido y que la voluntad humana es un mito. La pauta está fijada de una manera férrea, totalitaria: ahogar toda comprensión histórica y política en fragmentos que jamás permitan acceder a la raíz del problema.

Luchar, dicen, fue un asunto del pasado, no está de moda, no vende. El intelectual de la era del imperialismo en crisis terminal debe producir un discurso donde la especie humana sea tratada como una bazofia. Nada que hacer, sólo constatar que la maldad es inherente a esta especie. Los temas del YO se repiten: el desencanto, la desilusión, la falta de objetivos, las huidas a mundos paralelos, la melancolía, el horror, la irracionalidad, el todo vale, la aparente neutralidad, la falsa simetría, la violencia individual, el amor defraudado, el fraude. Si algún deseo sobrevive o brinda alguna salida es el dinero. Lo inmediato. El consumo. Los modelos actuales desde las series a las novelas o el cine de masas cumplen esa norma. El YO es la única medida. Y el sin salida su espacio de actuación. El gusto contemporáneo por el olor de las cloacas del sistema –sujetos-victimas vulnerados e incapaces de luchar- dispara las ventas y tranquiliza la supuesta conciencia social que en algún lugar duerme.

Analizar, iluminar la raíz de los problemas permitiría saber de qué manera y por donde se pueden solucionar, y la búsqueda de una solución –o cambio- implicaría tomar partido y por lo tanto no sólo denunciar las consecuencias inconexas sino tener un proyecto, ver una luz al fondo del túnel. Iluminar ese túnel.

Una glosa: (Hay un texto espléndido de Pasolini, escrito poco antes de que lo asesinaran que se llama “La desaparición de las luciérnagas”, donde analiza el fascismo y termina diciendo que daría su vida por la existencia de una sola luciérnaga. Lo pongo a pie de página porque vale la pena leerlo con atención.) (2)

Pero el discurso de los llamados intelectuales de este sistema debe mantener el túnel en la oscuridad, profundizar la oscuridad y conservar el espíritu del sin salida y la degradación de cualquier gesto colectivo, de cualquier palabra que nombre la sociedad humana capaz de construirse por si misma. Hay que degradar a todos aquellos que dieron su vida para cambiar el mundo, hay que confundirlos y equipararlos con los boys del dinero fácil y el cinismo amplio, hay que atornillar bien la imposibilidad de cualquier cambio porque el sistema capitalista se cae a pedazos y esa fragilidad necesita discursos apocalípticos –a-históricos- de alta gama. Y si hay que mentir se miente sin ninguna vergüenza, para eso usaremos el relativismo y el sentimentalismo, metástasis del canceroso YO.

Productos que tengan la velocidad de la sociedad post industrial, altamente fungibles y donde cada novedad ha de repetir el principio de que nada se puede cambiar, en todos los colores y formas, tal como las latas de los supermercados. Un mismo producto en miles de embalajes diferentes. Para eso se les paga, para eso tienen grandes espacios en todos los medios, con un guión aparentemente amplio que resalta siempre la “libertad individual” y la “democracia occidental” como si existiera o fuera posible tal cosa.

Pero me dejo llevar al túnel oscuro, entro al supermercado y hoy voy a ser libre. Individua libre. Seré libre como mujer porque me ofrecen diversas latas de feminismo, predomina el morado en varias tonalidades que van desde la contradicción sobre-determinada que pregonaba Althusser hasta la emulación del grupo fascista Femen creado no casualmente en Ucrania. Puedo elegir en la medida que ninguna lata compromete mi elección con la raíz del problema succionado ya de la violencia social de un sistema depredador, del capitalismo de la desposesión. Pero me dejo llevar, y estoy a punto de comprar la lata de la violencia de género, que me ofrece circunscribir el tema al interior del hogar y también me ofrece una fácil condena al macho de la especie mientras diluye el tema de qué valores colectivos han sido extirpados para seguir vendiendo teta-culo a toda hora y en todas sus variantes.

En el supermercado y como no, me encuentro con la lata –de un morado desvaído- con textos de “escritoras” cubanas que se dedican a hablarme de la braga (blúmer, aclara la escritora ) de su mamá y de la falta de juguetes de los niños y de cómo las mujeres en Cuba no están a la misma altura que los hombres. Es una lata demasiado olorosa, diría que un producto bruto, aunque las escritoras se han especializado en hablar siempre de su sexo como reclamo publicitario y demostración del alto nivel de su liberación femenina. No arriesgan mucho, pero han de competir con cientos de bestsellers para mujeres “liberadas” que leen las sombras de grey y cosas parecidas. Y todo vale. Ellas le dan el toque tropical y están situadas en el escaparate. Siguen el guión perfectamente y cumplen con el enunciado fundamental: degradar a la revolución cubana gracias a la cual al menos deberían haber aprendido a escribir y a pensar, pero parece que les ha faltado tiempo para comprender cómo el peso colonial las empujó de rodillas a las mismas puertas del éxito y el dinero que Prisa les ofrece, publicidad y columnas en El País para que puedan difamar cada semana. A moler y moler el chisme y la sensiblería, que con la Yoani no es suficiente y las de blanco ya están ahumadas. Es la ley del mercado, la única que conocen y adoran y están en su derecho. Primero hubo una de la que ya poco se habla, ahora hay otra todavía más liberada y posa desnuda para que leamos mejor sus libros y mañana aparecerá otra… ¿De que hablarán cuando sean un producto viejo, o por fin callarán y lamerán los premios recibidos en esos rincones vetustos en los que han colocado a las mujeres cubanas que se inventaron? Ni Haydée, ni Vilma, ni Celia, ni tantas mujeres revolucionarias cubanas están en ese escaparate y de verdad es mejor así para que ese rincón vetusto y lleno de polillas se olvide más rápido.

Inspirada por ellas, -humana al fin y ávida de éxito y de dinero como debería ser en el guión dominante- imagino que podría escribir sobre las bragas de la mujer argentina y el tango, o sobre las penurias de las trabajadoras de las fábricas que usan bragas especiales porque no las dejan ir al baño a mear durante ocho horas, pero aquí me desvío y podrían acusarme de estar haciendo un panfleto social o sea que retorno mejor a temas más literarios y podría contar que mi madre no usaba bragas, (bombacha en argentino), porque ya en su tiempo era muy libre y no consentía que nada la sujetara. Pero mi madre no vivió en Cuba, no me sirve para narrar el desencanto ni la melancolía necesaria al guión establecido para un buen producto y caería otra vez en el panfleto social porque en honor a la verdad debería decir que trabajó sin pensar en otra cosa ni en nadie, que fue un producto social del mezquino espíritu burgués empresarial, una yupi consecuente, a la que poco le importaba el destino del Nosotros. Una mujer libre, si, si a eso pudiera yo llamarle libertad.

Y si me detengo en estos comentarios es solamente porque a veces siento ganas de vomitar cuando el chisme y la inmoralidad destruyen hasta la palabra misma. Porque si tuviéramos los mismos derechos en esta libérrima sociedad occidental el debate sería posible. Pero, no, estimada “intelectual” cubana pagada por Prisa, usted puede insultar al Che Guevara y llenar de lodo la memoria de todos nuestros seres queridos, mezclar las churras con las merinas, el agua y el aceite y seguir ocupando el espacio mercenario, utilizando a la mujer, al niño, a escritoras que sí lo fueron, a su madre, a sus maridos, al arte, a mis muertos y lo que tenga usted ganas de usar porque usted es útil a sus amos, que jamás le permitirán decir una verdad, como por ejemplo: sí, el camino de todas las revoluciones y las transformaciones sociales es complicado, hay que seguir transformando muchas cosas y criticar muchas otras, pero vale la pena intentarlo, porque en el camino hay luz al final del túnel. Y esa luz se llama socialismo -y para susto de los que le pagan- se llama comunismo, el deseado, el que no conocemos todavía, por el que seguimos luchando y apostando, por el Hombre nuevo del que habló y por el que dio la vida Guevara. Nuestro Che. Qué suerte tuvo de poder saludarlo en el colegio, mientras nosotros en América Latina éramos asesinados por leer su diario que solíamos llevar escondido y que pasaba de mano en mano como una chispa y que nos ayudó a crecer y a sobrevivir a la crueldad atroz de aquellos años de plomo. Si. Las revoluciones no son fáciles, pero no hay otro camino: o socialismo o barbarie, y el fascismo camina hoy por estas calles con una “libertad” -esa que ustedes pregonan tanto- inusitada.

Y para hacer la Mujer nueva hay que acabar de una buena vez con el chisme y la teta culo y la mercancía confundida con lo que jamás podrá ser literatura. La gran literatura respira amor por nuestros semejantes, humanidad en marcha. No es un producto de supermercado.

Yo también daría mi vida por encontrar una luciérnaga, y como dice el tango una “luciérnaga furiosa”.

Después de este paseo por el lúgubre supermercado de la derrota humana, me encuentro con miles de luciérnagas que brillan, son luciérnagas furiosas que celebran hoy en todas las plazas de mi país del sur NUESTRA LUZ.

Hoy esa luz fuerte ilumina el túnel y ha conseguido después de cuatro años de juicio y de testimonios terribles, la condena a cadena perpetua de los genocidas del campo de concentración más grande de Córdoba, el campo de “La perla”, donde asesinaron a tantos y tantos compañeros…

Los genocidas siguen y seguirán siendo juzgados y seguiremos exigiendo que no se les permita ninguna prisión domiciliaria.

Las luciérnagas vuelan e iluminan esta noche oscura, son las Madres y las Abuelas, somos todos Nosotros -mujeres y hombres- que decimos otra vez MEMORIA-VERDAD- JUSTICIA porque las palabras verdaderas emiten luz, una luz furiosa y capaz de transformar el mundo.

(Continuará…)

(1)- “…Los intelectuales son los “empleados” del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y de gobierno político, a saber: 1) del “consenso” espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo social dominante, consenso que históricamente nace del prestigio (y por tanto de la confianza) detentada por el grupo dominante, de su posición y de su función en el mundo de la producción; 2) del aparato de coerción estatal que asegura “legalmente” la disciplina de aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está preparado por toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que el consenso espontáneo viene a menos…” (Antonio Gramsci. “Los intelectuales y la organización de la cultura”. Juan Pablos Editor. México 1975)

(2) el texto de Pasolini.

https://lapupilainsomne.wordpress.com/2016/08/28/la-guerra-contra-la-historia-iii-paseo-por-el-supermercado-de-la-cultura-hegemonica-por-sara-rosenberg/

 

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La guerra contra la historia II. Denuncio, ergo sum. Por Sara Rosenberg

Ríos de tinta corren en las redes y en los periódicos y una vez más la agenda “viral” está fijada por el criminal. Es el cuerpo del crimen que se esconde en la seudo conciencia incapaz de actuar.

Denuncian. Miles de botones, cientos de miles de emoticones replican la atroz fotografía -“viralizada”- para sacudir a las sensibles almas que beben, comen y pasean mientras a unos kilómetros las bombas caen y pocos virus dicen que son bombas terroristas financiadas -con impuestos e indiferencia- por las potencias occidentales implicadas en esta guerra brutal y por supuesto asimétrica contra el pueblo sirio.

¿Tengo que poner la lista completa de las atrocidades de Estados Unidos contra la población civil de tantos países y pueblos bombardeados del mundo, o seguiremos creyendo que Hiroshima y Nagasaki han sido casos aislados? No me cansen, por favor. Por favor. No hay derecho a no relacionar y no relacionar y olvidar sólo son signos de barbarie y complicidad. No ser capaces de articular un hecho con otro tiene que ver con la desidia, con la derrota aceptada o consumada en esta guerra contra la historia que es un guerra constante y esencial. Hemos de verla.

Me había prometido no escribir sobre el tema porque hay ríos de tinta sobre el niño, y cada vez que leo algo mascullo y me enfado. Cuánta pornografía sentimental, cuánta enfermedad emocional, cuánto abuso. Desde la semiótica a la denuncia abierta, desde las macabras ongs hasta los autores de las masacres con sus campañas poderosas, desde los púlpitos a las calles, el niño vuelve a ser utilizado como mercancía de una política siniestra.

No quiero ver al niño, no quiero ver sufrir a más niños.

Quiero ver la cara del sujeto, del autor de esta masacre. Es necesario nombrarlo y condenarlo. Es necesario juzgarlo y detenerlo.

Tiene nombre, tiene apellido, circula ahora mismo sobre mullidas alfombras en reuniones donde se prepara el próximo asalto a la dignidad de un pueblo –y de tantos- y a su vida. Es un criminal. Es un fascista. Es un enemigo de la vida. Es el causante de estas muertes y de este dolor.

Quiero ver al sujeto criminal, quiero ver al asesino. No quiero que utilicen más a las víctimas y me oculten al mismo tiempo la heroica resistencia al fascismo y a su guerra imperialista.

Quiero que el rostro del asesino aparezca con toda claridad. Lo conocemos bien, pero se oculta como se ocultan sus crímenes y además nos utiliza para eso. En una letanía de falsas banderas y de atrocidades, todo el mundo replica la falsa denuncia y la llaman viral, porque hay mucho dinero invertido en virus y ninguno en pensamiento.
Quiero recordar al sujeto criminal, no quiero olvidarlo: tiene nombre y apellido, es un asesino serial y eso es lo que de verdad ahora importa. Pero en los ríos de tinta se ha escamoteado al criminal y de esta manera se lo protege. Incluso esta campaña ha sido urdida como parte de la disolución del crimen.

Esta campaña ha sido creada para acusar al gobierno legítimo de Siria y a sus aliados y hay que decir alto y claro: que están derrotando al enemigo fascista, a la OTAN y a sus mercenarios que tanta muerte y tanta destrucción han causado.

Quiero ver las fotos de Obama, Clinton, Holande, Rajoy, Merkel, el FMI, el Banco mundial, los jeques árabes, Netanyahu, el presidente de Polonia, y de las republicas bálticas, al fascista Poroshenko de Ucrania, a sus sirvientes y albaceas, a cada burgués criminal implicado en la masacre, quiero ver esas caras no en reuniones con corbatas impolutas sobre alfombras democráticas, quiero verlos en el momento de dar la orden concreta al Daesh y a sus ramificaciones de avanzar, matar, tirar bombas, degollar, vender petróleo barato, negociar en las salas de sus entidades bancarias, pagar sueldos a criminales adiestrados para matar y destruir, quiero verlos en acto. En sus actos verdaderos. Sin virus y a pelo.

En el acto de dar la orden de matar y torturar y robar sobre la que se asienta el sistema que tan enérgicamente defienden: el capitalismo que tiene ya ribetes marrones: el color del fascismo.

Tenemos memoria, o quizás es que Europa ha caído en el alzhéimer absoluto, pero habrá que recordarle una y mil veces que el crimen impune está sucediendo y que son parte de ese crimen. Que España está sembrada de bases militares americanas, que el gobierno ha cedido en permanencia su territorio a cambio de negocios sucios y sin discusión parlamentaria, que son parte de una guerra injusta contra el pueblo sirio y que ya no pueden seguir ocultando esta barbarie en el rostro mercantilizado y como no, abusado y doblemente abusado de un niño, de una víctima más de la guerra que están llevando ahora mismo adelante.

Me revienta la hipocresía, la doble moral, la pornografía sentimental del europeo -y el norteamericano medio y de tantos otros- atosigado por la mala conciencia y paralizado frente a su concreta complicidad. Es hora de denunciar dicen y denuncian cualquier cosa que les sirva para mantener esa maldita buena conciencia paralítica que ni siquiera les permite diferenciar quien es el enemigo, quien es el causante de estas atrocidades. Y viralmente enfermos siguen adoptando la cara de póker de causas generales que son funcionales a sus amos de la OTAN, sin capacidad de actuar, como si la denuncia, el dedo que pulsa el botón fuera bastante, como si esta pavorosa homogeneidad y falsa simetría entre la víctima y el asesino les garantizara que nada cambiará.

¿Acaso el miedo a “estar peor” es ya dueño de todo el espíritu de este tiempo? ¿Acaso el miedo es el señor al que sirven de rodillas?

¿Adónde has huido bendita rebeldía?

No lo se, pero supongo que el virus y lo viral sólo puede prosperar en un cuerpo enfermo. Y la mentira y la pornografía de la muerte han sido previamente instaladas en una cultura enferma, una cultura zombi. La cultura que llamamos hegemónica, la que padecemos cada día.

Quisiera creer que ha llegado la hora de actuar y de no permitir que sigan manipulando y robándonos hasta la infancia.

https://lapupilainsomne.wordpress.com/2016/08/23/la-guerra-contra-la-historia-ii-denuncio-ergo-sum-por-sara-rosenberg/

 

 

La guerra silenciosa y constante es la guerra contra la historia de los pueblos. Por Sara Rosenberg... y mucho mas

Si hay una guerra silenciosa y constante es la guerra contra la historia de los pueblos. Ya decía Rodolfo Walsh que la burguesía pretende borrar la historia de las luchas del pueblo, porque el secuestro de nuestra historia y nuestra memoria es un modo de hacer que estemos empezando siempre de cero, es un robo –a veces a mano armada- de la identidad del pueblo, de sus luchas y de su capacidad de organizarse y aprender para seguir adelante.

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