Que no “corrompan” el color de nuestro gallo. Edit Red Roja ... y mucho mas


Hoy la propia “necesidad de calle” está cruzada como nunca por una estrategia revolucionaria y otra reformista electoralista, de cuya batalla de líneas depende la propia suerte de la apuesta de la calle.
Se cierra este número días después de la manifestación del 27 de mayo de las Marchas de la Dignidad, cuya lectura del comunicado final fue precedida muy oportunamente por la canción “Si el gallo rojo cantara, otro gallo cantaría…”. La movilización superó las expectativas, lo que es aún más destacable porque ya no estamos en el punto álgido de la protesta social, viniendo a poner sobre el tablero la persistencia de una apuesta por la calle que, como ningún marco, las Marchas expresan de forma masiva. Pero nos engañaríamos si no señalásemos al mismo tiempo que esa propia “necesidad de calle” está cruzada como nunca por estrategias diferentes de cuya batalla de líneas depende la propia suerte de la apuesta de la calle.


Nunca como ahora se han de enfrentar la posición revolucionaria y la reformista electoralista en la solución de poder popular que tenemos pendiente ante las verdaderas causas de la protesta. En esa batalla de líneas, ningún esfuerzo será en vano por desterrar la confusión que se está introduciendo en la misma “hipótesis de la indignación social”. Empezando por la descripción de la situación política. Tenemos por delante retos ingentes de esclarecimiento así como de organización, tanto propia como dentro de los marcos de la protesta. Pero no tenemos otra que superarlos (y superarnos) acompañando a la movilización. Desde su mismo corazón. Pues no habrá otra forma de impedir que de nuevo nos den el cambiazo en el gallo que finalmente nos cante.

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Editorial tras editorial constatamos la persistencia de una situación política que no termina de estabilizarse. Y aunque es cierto que nosotros mismos hemos de aprender a analizar con rigor y evitar que las pasiones y deseos del momento nos hagan simplificar y despreciar los mecanismos del sistema para salir airosos de situaciones de putrefacción, se confirma una vez más que en situaciones de crisis históricas la clave está en el peso que tiene la línea y la organización revolucionarias con respecto a ese reformismo y electoralismo que a la mínima de cambio te está cambiando “el relato” de lo que pasa y canalizando la “indignación” por el embudo de lo institucional.


Ya desde un principio advertimos contra la proclama “no es una crisis, es una estafa” pues, como la historia nos enseñaba, los cambios profundos no pueden realizarse sin una conciencia de las debilidades y fracturas entre los que dominan. Ahora lo que nos parece principal resaltar es que, en eso de la búsqueda de la puerta de salida de la podrida situación política que padecemos, hay como una “pinza” de falsedades entre el discurso de gobierno y el de los que aspiran a desgobernarlo. Mientras el primero insiste en que ya no hay crisis –negando su profundidad y temporalidad– las “fuerzas del cambio” prácticamente nos cambian la causa de la inestabilidad política y de la indignación social centrándola (en su viaje a la centralidad política) en la corrupción del PP. Esto no es nuevo, como ya previmos en nuestro nº3 sobre la cuestión de la corrupción y la “descastización” del PSOE o, al menos, de una parte de él.

Pero esta briega por hegemonizar una centralidad progre del tablero no puede llevarse a cabo sin tensiones internas porque, en realidad, cualquier veleidad reformista en este país entra en contradicción con la política de austeridad de Berlín y con la bunkerización del sistema de partidos de la Transición. Aunque, por otro lado, esa “centralidad progre” puede terminar por tener un aliado político dentro del sistema –siempre que se porte bien en las cuestiones claves de poder– pues, efectivamente, la situación del PP se está convirtiendo en un problema para el propio sistema; tanto en la falta de legitimidad mínima para continuar con la política de corsé dictada por los imperativos de déficits, como en lo que se refiere a la estabilidad territorial. ¿Acaso Bruselas y los grandes bancos tendrían problemas con un gobierno “más honrado” que nos venda que sin contravenir los dictados imperiales se pueden llevar adelante políticas progresistas simplemente dejando de ser corruptos?


En ese sentido, la victoria de Sánchez en el PSOE renueva las esperanzas dentro del sistema de canalizar ilusiones, tanto más si se inserta en la continuidad histórica del régimen de la transición. Si encima la nueva savia podemita llegada a las instituciones ha flirteado con que la casta era el “susanismo” y los “felipedinosaurios” que tramaron un golpe contra el “pobre Sánchez”, y si además no descartamos que el círculo de empresarios catalanes vea con buenos ojos que en Madrid haya alguien con más seny que no se pase todo el rato defendiendo a capa y espada del Cid “la nación más vieja de Europa” y que evite “el choque de trenes”, entonces se cumpliría aquello de que “lo más caricaturesco sería (…) que fuera el PSOE a nivel estatal –una vez más– el que pretendiese postularse como la estructura más seria en torno a la cual se reconstruyera la ‘casa común de la izquierda’ con posibilidades de echar a los dóberman del PP”. (Centrarse en (quebrar) el tablero, editorial de RR nº5, abril 2015)


En cualquier caso, debemos alertar de que se está imponiendo ser muy radical contra la corrupción como “método” para desviar la causa inmediata principal de la degradación socio-laboral. Forma parte de la rebaja calculada incluso con respecto a lo mejor del 15M: “no queremos ser mercancía en manos de políticos y banqueros” y “PSOE y PP, la misma…”. La experiencia histórica muestra cómo la radical rebaja del discurso de conjunto antisistema (en este caso, la rebaja del discurso contra el régimen de la Transición y la construcción imperial de la UE) se nos “mete de macuto” con un exagerado radicalismo parcial contra una parte del sistema o del tinglado institucional (en este caso, el PP). Por eso, a las convocatorias contra la corrupción… del PP (¿quién puede estar en contra de utilizar el hecho de que estos casos salten?) habría que ir poniendo el acento también contra esa otra “corrupción” política (en el sentido de desnaturalización) de la estrategia de lucha de los últimos años.


Hay algo más, dejando aparte lo nauseabundo que resulta diferenciar los beneficios extraídos en el capitalismo de forma corrupta y de forma “legítimo-legal”. Y es que, desde luego, prometer que se le va a “meter mano” a la corrupción desbordada del PP compromete a mucho menos que asegurar que un eventual “gobierno del cambio” se pone al servicio de una estrategia de enfrentamiento con los dictados de Bruselas y Berlín y contra el pago de la ilegítima deuda. Para nosotros, lo importante de los “casos de corrupción” que saltan es, por un lado, visualizar las peleas internas y debilidades de “los de arriba” y, por otro, deslegitimar a “la clase política” que conduce y dirige las políticas de recortes. Pero jamás haciendo de la “lucha contra la corrupción” la línea de demarcación que sustituya a esa batalla contra el pago de una deuda que ha pasado en pocos años del 30 al 100% del PIB principalmente para salvar un sistema bancario que no vamos a esperar a ningún juez para saber que todo él es una gangrena que mejor sería expropiársela del cuerpo.

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La lucha entre líneas, en los términos concretos planteados, está ya presente con toda su crudeza en el centro de los marcos de movilización. El principal, el del 22M. Ya en nuestro último número advertíamos de que “hay fuertes intentos de adaptar las movilizaciones a los ‘objetivos de calle’ expresados por las “fuerzas del cambio”. Obviamente, están obligadas a una cierta ‘tensión de pancarta’; pero esta necesidad de calle está ligada al objetivo de desnaturalizar los fundamentos mismos de lo mejor de la movilización antirrecortes que se alcanzó con las Marchas de la Dignidad.


Estamos convencidos de que nuestra intervención en marcos como el de las Marchas ha de llevarse de una forma muy delicada. Pues debemos aspirar, de momento, a vencer a la mera estrategia electoralista (que está más extendida de lo que parece, tal como venimos advirtiendo en nuestras declaraciones de años anteriores) sin que el marco se destroce por la vía de los hechos. Insistiremos en que el Movimiento 22M no está para “recortar” el discurso antirrecorte. Esto, ese recorte de discurso, en todo caso será para las estrategias electorales de tal o cual organización que no vienen al caso en el 22M. El 22M es la “pata no electoral” de la protesta. Por tanto, lo lógico sería que elevara su discurso de calle a partir del No Pago de la Deuda y la oposición a los dictados de Bruselas-Berlín, por ejemplo, defendiendo la expropiación bancaria. Es fácilmente defendible que el “ahogo social” es el contrapunto “matemático” de los rescates a los tiburones. Eso lo entiende el “pueblo llano” más incluso que la renta básica. Y es lógico que el 22M sostenga bien alto el discurso de los mil pies en la calle para que compense las exigencias del “embudo” del pie en las instituciones.


Por lo demás, y en cuanto al modelo de “unidad organizativa”, el 22M no solo es una respuesta a los recortes de nuestros enemigos de clase. Es también una respuesta a la no-respuesta del “cumbrismo social” del sindicalismo oficialista que quiso hegemonizar y canalizar (como siempre) la protesta en lo años 2013-14.


Estamos hablando de enfrentamiento de estrategias. En términos de “toma de poder”, que es realmente lo decisivo, vivimos una contradicción de cara a “la gente”. Mientras la estrategia electoralista promete alcanzar el gobierno tanto más cuanto más rebaja la solución, la línea revolucionaria propone una solución que se ve a largo plazo y no satisface los “deseos inmediatos de victoria” con el menor sacrificio posible. Hemos de asumir esta contradicción, aunando máxima flexibilidad en nuestra intervención con hablar claro, no rebajando el discurso –o sea, no mintiendo–, acompañando pacientemente la superación de los límites dentro de nuestro pueblo que sufre. Exactamente como planteaba Lenin en las Tesis de Abril: “Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y esclarecimiento de los errores (…) a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores”. 

Publicamos este editorial como adelanto del número 12 de la revista de Red Roja, cuya aparición es inminente

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